sábado, 23 de junio de 2012

Sublimación


¿Acaso el amanecer
es más que la sangre
volviéndose fuego turbio?

Y yo, que veo
los rostros quemados
que se arrastran, voluptuosos,
al estallido del asfalto,
¿en qué me he convertido?

Palpo mis ojos
y el desencuentro
absorbe mis manos.

Quiero sentir mi pulso
y sólo siento
arena y cristales.

¿Habré caminado
entre demasiadas sombras
con las manos abiertas?

¿O será sólo
que mi palpitar ha estallado
en plumas de destierro?

Veo la masa agitarse en orgasmos
y reintegrarse
en bordes grises.

Y yo, trepando nubes, sólo observo,
vomitando arena fría,
perforadas mis palabras.

Yo no necesito calor,
tengo el impulso del silencio,
Tengo rosas negras y caídas profundas,
tengo la costumbre de las manos tiesas.

Yo no necesito masa, ni sangre caliente,
ni labios abiertos, ni ojos que laten
(ya me he envenenado con sus cartas blancas);
ahora quisiera tumbas frescas,
vuelos de cera, autoexilio,
olvido.

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