jueves, 31 de mayo de 2012

In Memorian

Mirad al cuerpo muerto
no palpita
no se siento a sí mismo
no se queja

Un cuervo
avanza solitario por su vientre
desconociendo
la función de la carroña
la función final de sus instintos
rechazando el negro augurio 

de sus plumas
besa el pecho enternecido

oscuro
oscuro
porque este no es París
esto es Lima
y la muerte de un amigo no es gloriosa
pero sí tierna y llena de ignorancia
y la muerte es tanta
tanta que hasta los cuervos
necesitan un cuerpo para ser

miércoles, 30 de mayo de 2012

sobre la lejanía

I.
una carga eterna
una molesta observancia
dos caminos
tres salidas
tu rostro pequeño
mis manos turbias
un silencio eterno
que sigue
sigue
sigue
surge
y solo es interrumpido por el deseo de volver
a aquel lugar donde nunca estuve
saltar esas altas paredes
y fundirme en tu frente

II.

un zapato
dos zapatos
tres zapatos
cinco civiles
8 cartas
luz violeta del amanecer
pulgas en el ascensor
la vida del mar es dificil
lo supe muy tarde.

Fotografías


El hombre miraba la pared. Vomitaba de cuando en cuando algún color apagado. El hombre miraba a la pared y reía y sonreía y se sentía morir lentamente cuando el tiempo pasaba como una cuchilla y le cortaba las palmas de las manos. El hombre sangraba y vomitaba colores y miraba a la pared y moría de cuando en cuando, de cuando en cuando, de cuando en cuando. Y ahí quedó el hombre, sangrando, vomitando, mirando a la pared, para siempre

Para siempre
para siempre
para siempre.


Jorge Fernández, veintisiete años, ocupación: detestable. Detestable, detestable estar viniendo de cuando en cuando en cuando a limpiar los colores de la pared, a suturar manos y a decirle al hombre: “Holaaa, ¿cómo estamos hoooooy? Abre graaaaande, toma tu mediciiiiinaaaaa”.

Detestable ver cómo el hombre le miraba húmedamente, abría su boca lentamente y tragaba la pastilla, y tragaba la pastilla, y tragaba la pastilla.

Para siempre
para siempre
para siempre.


Y Jorge Fernández desaparecería, pero llegarían otros Fernández y otros Jorges de veintisiete años con pastillas y vasitos con agua y sonrisas falsas. Así sería, por los siglos de los siglos de los siglos de los siglos…

Pero un siglo los Fernández dejaron de venir, y el hombre aprovechó para pintar en la pared, con su vómito y su sangre, a todos los hombres que en él habían vivido y muerto a lo largo de su ridícula eternidad.  Todos le sonreían, brillando en la nueva realidad que había reemplazado a la pared blanca, y el hombre sonrió y murió, pero los hombres que murieron vivieron en la pared, jugando y confundiéndose, para siempre.

Para siempre
para siempre
para siempre.


Llegaron otros Fernández, pero ninguno se atrevió a limpiar la hermosa pintura. Y el hombre fue reconocido como un dios entre los Jorges y luego entre los hombres de otros mundos. Y pronto hubo peregrinaciones y romerías en torno a la pintura en la que los hombres muertos jugaban y reían y vivían.  Y el cadáver del hombre fue embalsamado y colocado en un museo, y allí vivió su memoria.

Para siempre
para siempre
para siempre.


El tiempo pasó y los peregrinos dejaron de llegar, a pesar que en todos los mundos persistía la memoria de un hombre que muere y vive en su pintura y que fotografías de la pintura aparecían en los libros de texto de todos los estudiantes. Y, en base a esas fotografías,  los estudiantes se imaginaban la pintura como grande e imponente, enmarcada y solemne en la vieja pared de un Louvre. Mientras tanto, los hombres en la pared blanca morían y nacían en todos los matices de sus juegos y el cadáver embalsamado, a kilómetros, en algún museo solemne y viejo y grande e imponente, seguía muriendo

para siempre
para siempre
para siempre.

lunes, 28 de mayo de 2012

De diosas y mutilados

Balanceándome en los filos
de mundos reflejo, de rojo cansado,
me he mutilado todas las alas,
todos los brazos
todas las piernas,
he aprendido a arrastrarme
bajo tus pies, sobre la piel
muerta
que dejaste en el camino
a tus montañas nevadas,
a tus volcanes hambrientos,
he aprendido a arrastrarme,
y a convulsionar
ante las máscaras
de tus ojos muertos,
ante el plástico
de tus manos frías,
he aprendido a rezar,
a sangrar,
a lactar
de lo divino
que palpita en tu tierra,
fecunda en la sangre
de mi mutilación,
sacrificio pagano,
suicido puro,
bestial pulsión
de inmortalidad
de inmoralidad
de violencia
de sexo
de olvido
de ser
de nada
de nada
nada 
nada

domingo, 27 de mayo de 2012

Propiedad Privada

¿Te intimida
el cuerpo del otro
directa
indirectamente
solo
porque no eres dueño
del tuyo?
se te escapa
se te va
tu ser
sin ser
sin amor
siquiera

sábado, 26 de mayo de 2012


A tu lado
indiferente
de la razón
solamente
totalmente solo
por otro cuerpo
y pleno
ahora
que nada sé
y desconozco
solo entiendo
de mi mismo físico
aceptado o rechazado
realmente vivo
seguro de mi mismo
ahora que nada sé
sobre el mundo
estoy completo
porque mi vida
no es una teoría
epistemológica

n

no necesito de un coliseo
ni de campos de cebada tierna
ni de ti, sirakussa, señora de las lianas
ni de los tormentos de los viernes
no
yo solo quiero algo simple
una relación de simpleza
donde yo te amo y tú me amas
donde tú me amas y nos amamos
donde nos amamos y yo no te quiero
donde me quieres y nos perdonamos
donde no me amas ni nos amamos
ni nos perdonamos por querernos
ni nos amamos por cuidarnos
solo por pertenecernos

Julián

Julián siempre se iba a los extremos, o caminaba mirando al piso, como caminan las personas que perdieron muchas batallas en la vida, o mirando al cielo, las estrellas, las nubes de la sierra, los aviones que pasaban cerca al aeropuerto o simplemente la infinita paleta de colores que ofrece el cielo peruano según la hora, la ubicación, la estación del año o simplemente el estado de ánimo. Siempre que miraba el cielo se sentía enamorado de ese espectáculo pero a la vez frustrado porque nadie a su alrededor apreciaba de la misma manera aquellos momentos gloriosos en los que el cielo se dejaba ver íntimamente. La verdad es que la gente en la ciudad no se da el tiempo para ver esos detalles, o es que Julián tiene esa noble capacidad de ver lo hermoso en cosas aparentemente insignificantes que tienen las personas que han viajado mucho.


Julián hablaba muy poco sobre sí mismo, pero no porque no quisiera hacerlo, sino porque las personas a las que podría contarle esos asuntos personales y los sueños que lo atormentaban todo el día hasta que se iba a dormir, se encontraban muy lejos, sea por cuestiones geográficas porque él mismo las había alejado, él siempre era así, por eso le costaba tanto hacer amigos en esa antigua ciudad sin mar. La ausencia de mar le daba cierta melancolía, la que le permitía permanecer vivo en esa ciudad extraña, junto a sus sueños, a sus conversaciones con sí mismo durante los días de lluvia y a la música que siempre lo acompañaba, para opacar todo el ruido de su mente, o llenar el vacío de su habitación.


Encendiendo un cigarrillo en las escaleras de la catedral se lamentaba a la vez que se maldecía por no poder dejar de fumar, pero es que el tabaco es el relleno perfecto para una vida con tantos vacíos como la de Julián. Estar en una ciudad donde no tenía ningún amigo no era nuevo para él, lo difícil era dejar las ciudades sin ningún recuerdo compartido con alguien más. Quizás por eso era que la esperaba.


Como todos los fines de semana, Julián iba a algún bar del centro de la ciudad a tomar un vodka con naranja o un mojito, según como se sintiera. En realidad, Julián odiaba los bares a los que iba, la música que ponían e incluso los tragos que bebía. Nunca llegaba a embriagarse, solo pedía un trago para que no lo echaran de la barra y, por si algún acompañante solitario aparecía (cosa que nunca pasaba), tener el alcohol como instrumento para idear una conversación que, a lo mucho, ocurría con alguna mesera, más por profesionalismo que por una verdadera simpatía.


Cuando no iba a los bares, caminaba por la ciudad, observando todo y a todos, mirando desafiante a los grupos de muchachos que seguro irían a una fiesta, con la remota esperanza de iniciar una pelea, o al menos una riña, o al menos cualquier forma de interacción con otras personas, por mas arcaica que esta fuera. Siempre andaba, aunque apurado, con la actitud de estar esperando algo o alguien; apenas se sentía incomodo en algún lugar, miraba la pantalla de su celular como si leyera algún mensaje importante y se iba. Cada vez que veía por la calle un auto igual al de ella, suspiraba, como con la ilusión de que fuera ella pasando por él, aunque luego se daba cuenta de lo ilógico de su razonamiento pues ella se encontraba a más de mil kilómetros de ahí.


Así, Julián se paso varios meses o años viajando, sintiéndose extraño y solitario en cada ciudad que vivía, haciendo amistades pasajeras con compañeros de viaje ocasionales, que según Julián eran unos hippies de mierda con los que solo tenía en común algunos gustos musicales y la pasión por fumar marihuana. A veces tenía amoríos muy cortos con mujeres que luego nunca contestaban sus llamadas, o con mujeres cuyas llamadas nunca contestaba.


Algunos dicen que dejó embarazada a la hija de un tipo rico en Marruecos y por sus amenazas se vio obligado a volver. Consiguió trabajo en una agencia gracias a la ayuda de un viejo amigo de la universidad y se compró una moto. Siempre lo veían manejándola temerariamente y sin casco, incluso dicen que una vez hizo chocar un par de autos. La soledad y la falta de compañía humana real lo habían vuelto más duro y callado de lo que ya era, sin embargo, seguía yendo a los bares todos fines de semana, a veces con viejos amigos con los que tenía las mismas charlas de política y filosofía que tenía en la universidad. Pero en verdad solo continuaba con esa costumbre que le hacía beber un par de mojitos sin emoción y hasta con un poco de asco por el simple hecho de esperarla. Un día le pareció verla, pues reconoció  un sombrero como los que ella usaba entre la muchedumbre en un bar de Miraflores. No tuvo el valor de acercarse a hablarle, ni siquiera de cerciorarse si era ella o alguien con sus mismas preferencias en sombreros.


Pasaron dos semanas de aquella aparición hasta que Julián decidió finalmente ir a buscarla. Se compró ropa nueva, el disco que oyeron esa última noche para dárselo como obsequio, incluso compró flores. Como no sabía que flores le gustaban decidió comprar tulipanes, -a todos les gustan los tulipanes- se decía. Ese día se levanto temprano y manejó su moto con cautela, para que el viento no arruine los tulipanes. Se quedó media hora mirando el edificio como mirando una fortaleza que en otro tiempo fue el lugar más cálido del mundo. Tomo valor y tocó el timbre, aún recordaba el número.
- ¿Quién es?, dijo una voz a través del comunicador
- Hola, soy Julián. dijo, algo impactado por lo extraña que le resultó esa voz.
- Y qué deseas, Julián. respondió amablemente la voz extraña.
- Vengo a buscar a Mariana, he estado de viaje mucho tiempo y vengo a verla.
- Debe de haber un error, aquí no vive ninguna Mariana, respondió la voz antes de cortar la comunicación.
Julián se quedó atónito, dudó durante algunos minutos hasta que decidió volver a tocar el timbre.
- Es usted otra vez, qué quiere, dijo la voz como si hubiera estado observándolo.
- Usted no entiende, respondió Julián empezando a alterarse, Mariana vive aquí y yo he venido a buscarla, yo sé que vive aquí.
- Está loco, aquí no vive ni ha vivido ninguna Mariana así que váyase.
- Yo sé que mariana vive aquí así que dígame dónde diablos está.
El comunicador quedó en silencio por unos segundos. Luego volvió a emitir sonido, era la voz de un hombre.
-Carajo, Julián, lárgate o llamo a la policía.


Dicen que aún lo ven manejando su moto temerariamente y sin casco entre los autos. Ya no lo dejan entrar a ninguno de los bares de la ciudad.
Un cuerpo
una nada
un vacío
una reconstrucción
porque las palabras no bastan
entonces tenemos la materia
o talvez ni siquiera.
Solo la idea pura
que alguien junto a nosotros
existe.

viernes, 25 de mayo de 2012

Cambios de estación


Recuerdo cuando mis ansias eran frutos
que se retorcían bajo soles fetales
y tus ojos era vientre y enigma.

Recuerdo cuando,
tras riachuelos de cemento
y montañas de cera,
nos encontramos,
distantes,
reconociendo el cantar más oscuro
en nuestras aves ciegas.

(O tal vez sólo eran
gritos vacíos
quebrando deseos)

En esos juegos nos mantuvimos,
lejanos,
asesinando al tiempo.

Pero el tiempo siempre deviene.

El verano devino en castigo,
en cielos caídos, desgarrados;
nuestros sueños se volvieron templos
y los deseos, promesas de otoño.

El otoño llegó,
pero nuestras aves ya habían migrado.

La primera hoja cayó en un país lejano.

La segunda hoja cayó en una vieja ciudad.

La tercera hoja cayó
La cuarta hoja cayó

y pasé de Hombre a fractura,
de bullicio a sinsentido,
de aves a muerte.

Y mis ojos se enturbiaron
hasta hacerse juegos de niebla.

Y mis pies se entramparon
en el lodo renaciente.

Y mi pecho se calcinó
en la crudeza de la estación.

Y mis manos,
sólo mis manos,
quedaron tendidas hacia ti
(cubiertas de hielo,
de nieve seca),

pues mi boca se consume
entre aves equivocadas

y mi espera se derrumba  e t e r n a m e n t e

Un paso en la madrugada



La madrugada baila sobre sus propios pasos y yo bailo en ellos. ¡Que hermoso el silencio que gime a estas horas! Me siento realmente privilegiada de poder disfrutarlo segundo a segundo antes que las avecillas que rondan en mi cabeza empiecen a despertar una tras una y dancen despacio desordenando todo a su paso. 

Que hermoso se ve ese panorama inmóvil, digno de un retrato, a tan pocos metros de mí. Esa ventana que divide la belleza de la mortalidad, como si el tiempo pudiera paralizarse tan solo un segundo para contemplar la belleza que renace y muere cada vez que respiro. Si la noche durara una eternidad, si las almas taciturnas desfiláramos sobre sus calles donde resuenan las voces del callejón perdido. Allá afuera la oscuridad brilla en su esplendor y que melancolía, que nostalgia de las noches serenas en las que caminábamos sin importar a donde llegar mientras el frío nos abrazaba como un hijo que busca a su madre. 

Contemplo esas líneas etéreas que recorren la vida, esos caminos asfaltados que nos llevan a todos y a ninguna parte al mismo tiempo. Desiertas, completamente desnudas yacen las serpientes débiles bajo mi ventana con sus lenguas de fuego adormecidas, tranquilas e inmóviles. Como me gustaría recorrerlas en este momento, tengo que admitir que me encantar tirarme en las pistas de noche y rodar como una niña que aún no aprende a caminar, luchar contracorriente para sentir el aire adverso, el sabor a la muerte invisible. Y esos semáforos, benditos semáforos que nos dan el pase a los transeúntes perdidos, mil veces rojos y amarillos y verdes en el cielo. Un punto para cada paso tintineante que se acerca al final de la avenida. Semáforos con taquicardia que respiran en las noches largas de soledad, única y maravillosa, sin que nadie les pise los talones, sin que nadie requinte por su lentitud o aclame la velocidad. Me gustaría saber cuantos semáforos hay en esta maldita ciudad, saltar de uno en uno, jugar a ser dios y observar esos cuerpos hepatitescos de formas y tamaños, de luces con explicaciones económicas neo-liberalistas que nos observan desde allá arriba (Tan pequeño tú y tan grande el resto) 

Me gusta este sonido extraño y sincero que se colma entre mis tímpanos, esta voz a muerto que me llena, un vacío sonoro que se cuelga en cada espacio y espasmo de mi alma de dedos a cabeza. Me gusta que los árboles lloren de noche una y otra vez y que las plantas se doblen en mil poses extrañas, kamasutra herbáceo que se regocija en la noche y un poema biológico hartamente estúpido y divertido. Y las ventanas cerradas me dan la espalda, me empañan de cortinas y cerrojos mientras el cielo escupe de cuando en cuando sobre mi nariz y las nubes se esconden avergonzadas para no verme la cara, para no ahogar mis gritos de una vez por todas. Yo solo bailo en la madrugada, en este instante eterno que quiero aprehender con las manos muertas y tenerlo para siempre como el crayón del niño que tararea en la pared. Do re mi fa soooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool (no vuelvas, por favor). Doy vueltas y giro bajo la noche, la noche es mía y espero la sea para siempre. 

Nada parece tener vida y yo lo siento más viviente que nunca. Yo solo ruego al techo que no te vayas, que no te escapes de mi como todo en esta vida, que te quedes para siempre aunque nunca te llegue a ver, aunque todo esto pase adentro y no afuera y me aleje de ti tan solo unos centímetros, tan solo un pedazo de vidrio que marca la diferencia. Un pedazo de vidrio gris, una luna empañada, un adiós desde la ventana del micro, un vapor que tesgirversa la vida y no permite apreciarla. Yo solo quiero que te quedes para siempre, pues no puedo asegurarte un mañana. 

Y así mientras el ruido comienza de a pocos, mientras las flatulencias nocturnas te surcan de arriba abajo con sus tubos de escape y sus luces de negro neón, yo asimilo que aunque quizás te escapes, un segundo me basta para verte con estos sucios ojos y sentir que nunca te diré adiós. Estos párpados se apagan uno a uno, pétalo a pétalo caen abajo cual flor de novato enamorado y yo con ellos me sumerjo en un sueño irreconciliable. Allá a lo lejos, el último faro ha muerto. 

Querido amanecer camina despacio pues ha llegado tu hora, mañana será otro, mañana tantas cosas, tanta prensa amarilla.... 

Mi cuerpo se desconecta de nuevo, yo ya no sé como darle cuerda.... no sé como armarlo de nuevo para seguir su sentido.

El telón cae encima mío mientras para mucho recién empieza

Un paso en la madrugada, un paso en falso en la cama y un tutumeme que no tiene nada tuyo ni mío. 

jueves, 24 de mayo de 2012

Oda a Timaná: A quien nunca conocí

Nota: Lo que están a punto de leer a continuación no tiene sentido, no existe en ella una razón de ser y así espero que sea porque, de lo contrario, sería en vano. 


Eres la membrana celular de mi ser, 
Me acurrucas suavemente en tus dulces fosfólipidos
Cual fosforito de plomo quemado por el tiempo
Y me sostienes en tu citoplasma, 
Peso pesado que no ha muerto en el intento, 
De sostener el dolor del alma mía


Eres la carioteca que ilumina mis días,
 Y me resguarda del mayor peligro 
Llenando mi carioplasma con cada sonrisa (Cigarrillos incluidos)
Fundiendo mis poros en los tuyos
Pequeña alma gemela
Que danza rebosante 
En sacos amontonados sobre el abismo


Linda cadena de aminoácidos, 
De gliterol y enlaces peptídicos con sabor a Coca Cola,
Gran antítesis biológica la mía,
Que entre codones y anti codones,
Conforman recuerdos y se escapan en el humo
De una respiración cancerígena 


Juego con tu pelo como un retículo endoplasmático
Juega con los ribosomas
Y danzamos, tú y yo,
En un mar de iones, carbohidratos
Y lípidos acumulados
Que definitivamente, 
Me atormentarán en verano



vaso roto en una cantina
ciego
negro
completo
completamente
yo

Madre Noche
la maternidad
debe doler.

martes, 22 de mayo de 2012

Siracusa Triste

Siracusa
bella villa
pequeña villana
aguerrida, aberrante
tan valiente
y sigue
sufre
conspirando mal
atacando y constriñendo 
saltando y esperando

niña triste
pequeña y floreada
cubierta por sombras suavizantes
ionizantes
tan atenuada
que perfecta
tan lejana
que cautiva
en los manglares dulces
de tigres y langostas

Ha llegado el día de no estar muerto


Nobody knows where you are, how near or how far
Shine on you crazy diamond
Come on you boy child, you winner and loser, 
come on you miner for truth and delusion, and shine

El chocolate caliente avanza azaroso por venas moráceas cada vez que el invierno se escurre por debajo de la puerta. Arterias hinchadas, excesos en la balanza y hebras heladas que brillan bajo la oreja. Mi estación favorita, sin duda, aunque por estas épocas el frío suela armonizar con la frivolidad de mi animo, grisáceo como  el polvo que se desvanece por debajo de la almohada.

Días en que las preguntas de siempre retornan de un largo viaje, con el pasaporte renovado y las maletas en mano, revoloteando en la oscuridad de un lado al otro y volviéndose en pesadillas que zumban en los ojos abiertos. Aquellas que quieren ser y no ser respondidas pero que marchitan el alma en cada respiro y la tiñen de estupefacción. Me parece oírlas a lo lejos, como un eco que recobra vida y se aproxima despacio, subiendo y bajando escaleras mentales. Cansancio y dolor, impregnados en el sudor de las sábanas muertas mientras una lágrima seca se resbala desde lo alto hasta hundirse en la sangre espesa y viscosa que repiquetea el corazón.

Son las vibraciones innatas que sacuden y disponen el cuerpo y lo invaden milímetro por milímetro. Son las sombras que arrastra el alma las que no me dejan dormir en invierno. Y así, mientras los pasos apresumbrados tratan cada vez más y vanamente escapar, clamo desde lo más hondo poder salir de esta prisión. Son las preguntas las que te acorralan cuando tú eres dueño de tu propia cárcel pero, creo, ha llegado finalmente la hora de enfrentarlas y extinguir las llamas de la idea o apariencia, ha llegado finalmente la hora de amistarme con el despertador y ceder ante el frío entorpecedor que por estos días hace que mis manos amarillas y rasgadas por el tiempo, tiemblen sin cesar. 

Ha llegado el día de no estar muerto, de volver a esa patria exiliada tan humana y corpórea, de llenar el vacío pues aunque lo múltiple suele ser muy gracioso y enternecedor, solo busco en el fondo llenar el único vacío. Hoy he dejado las ventanas abiertas para que pasen una a una las preguntas, solo espero que respeten el orden (Tickets en la fotocopiadora y aspiraciones políticas) y no entorpezcan más esta alma en amor de democracia.

Pd. Seguí mi propio consejo en un día de lluvia, así que antes de atender preguntas... es hora de un termómetro y panadol. 

O i a ei ua ie o weooo


a veces me siento
y pienso
mirando entre las columnas
y los films
dirigidos en la Italia
de la tierra
entre universos
porque múltiples
y se me ocurre
mientras contemplo
que las aves
en estalactitas posadas
y canturreando metaforas
metaforas
así
sin tilde
es otra palabra
y suena más bonito
y pienso yo
contemplando
los poetas deberían dejar de hablar tantas bobadas acerca de "ser poeta"
tratar más cosas así
tipo metafora
lo siento
ya no tengo más para darles en ese aspecto:
debo reposar la cabeza
pero pienso
contemplo
y medito
porque
yo de mí mismo
hoy te perdono por estar ausente
porque flotas en el aire
suspendido
gris
gris
porque hoy no crees
ni creces
porque has perdido tu sonido primero
y tu sonrisa media
yo de mí mismo hoy te perdono
porque tambien el silencio
no tiene la culpa
de ser silencio

lunes, 21 de mayo de 2012

voy caminando
con mi espacio al lado
a vuelo de pajaro
mi materia
en las nubes
los atrapo
con mis segundas manos
y llego a mi destino


en un pozo
reside mi espacio
lentamente convertido
en un deseo

domingo, 20 de mayo de 2012

honey pie

Despertó en su cama. No sabía el día. No sabía la hora. Estaba en ropa interior, con un gran dolor de cabeza. Se levantó. Cayó a la cama. Minutos después, volvió a levantarse y lo consiguió. Tambaleándose, llego a la cocina y se sirvió un vaso de agua con azúcar, lo tomó de un trago y fue al baño. Se dio una ducha fría y al salir de la ducha y verse en el espejo notó que tenía un punto verde en la espalda; más que un punto, una bola. Era una bola dura y brillante como el vidrio, no sabía como había llegado aquella bola a su espalda y no sabía como quitarla. Olvidó la bola y se puso ropa limpia pero arrugada. De repente, recordó que debía visitar a su novia. No sabía quién era ella, ni su nombre, pero necesitaba verla. En la radiola sonaba Honey Pie de The Beatles y al oír "honey pie, you're making me crazy, i'm in love, but i'm lazy, so want you please come home" le dieron ganas de esperar a su novia.

Paso horas oyendo Honey Pie, pero la novia nunca llegó y la bola empezaba a ser molesta, así que decidió ir a un hospital. Bajó las escaleras del departamento en el centro que tenía desde que dejo la universidad, y casi instintivamente siguió el camino hacia el hospital, porque seguía sin recordar. Llegó a emergencias, y le enseñó la bola a un médico, se sentó en una camilla mientras el médico examinaba con desgano. Le dijo que no había por qué preocuparse, pese a que la bola había crecido camino al hospital, le recetó una crema y lo mandó a su casa. Fue a la farmacia a comprar la crema, encontró el cambio necesario para la crema en su bolsillo, ni un centavo más, ni uno menos. Camino a su departamento se sentó en una plaza a ver a las palomas comerse las hormigas y a las hormigas huir de una paleta caída y a una niña llorar por su paleta. Ya amanecía y la bola ya tenía el tamaño de un puño, decidió volver.

Entro a su departamento tambaleándose, se sentó en un sofá viejo a seguir oyendo Honey Pie y seguir esperando a su novia, si acaso esta existía. Volvía a amanecer y la bola ya tenía el tamaño de un auto, no se movía, como si continuara esperando a la novia. Y dentro de la bola, alguien cantaba Honey Pie.

intimidad

mi aliento te destruye
nos pudre
tus brazos
sigues en la cama
yo en el piso
¿en qué momento rompimos el silencio?
y mi cuerpo llora
y mis ojos te esquivan

viernes, 18 de mayo de 2012



Estoy cansado
llevo en mi espalda
la palabra y el sol
pido entonces
en estos días
un lugar para sentarme
y que el mundo pase
apoyar mi palabra en los hombros de mis hermanos
que ellos carguen

el infinito peso
dejar el sol arriba
estar perdido sin mi sol
ni mi palabra
entonces sería feliz
encontrando cada tanto
en el viento una flor
o una sonrisa
en las luces
en los espejos
de los automóviles

o en las manos
de mis hermanas.
Manifestación Primera

Porque contigo
me siento
dueño
de mi cuerpo.


Amante:
te agradezco
por la felicidad
de ser 2 veces
engendrado


Ahora hay espacio
en mis brazos
para la felicidad.

martes, 15 de mayo de 2012

Elogio del amor en 3 actos

I
Si la luz cae
en el diamante
y dura 2.3 segundos más para todos
¿no podrá este amor
chocar contra el espejo
de la alcoba?

II
Más allá de tu cuerpo, la luz
y de la luz, el arte
aquí no vale querer solo la carne
ni el tiempo de la carne. Cuerpo mío y tuyo más allá
se abren
las puertas
de lo eterno

III
Un hombre se crece tanto como un árbol
y en sus ramas, su voz canta.
el sol lo ha mirado con rostro de mujer.
Ahora, en el lecho, calidamente
el bosque se apacigua.

lunes, 14 de mayo de 2012

El otro que me visita

El otro que me visita
tiene también como yo, los pómulos de mi madre
él nunca aprendió a perderse
por eso mira mal
esta mi cara de sorprendido por las cosas
algunas otras veces, jugamos a que nos conocemos mucho
y nos queremos como hermanos
mientras él besa mi frente (o yo la suya)
Lo miro a los ojos mientras me habla
y camina al lado mío por las calles cada día
nunca hablamos (y si hablara
de seguro me hablaría
de las leyes y los números)
él sí logró ser sociedad
ni los tíos, ni los abuelos, ni los padres
lo mencionan en las conversaciones que se guardan
que nunca debieron haber sido conversadas.
El otro que me visita, pequeño hermano
segunda vez yo
o yo talvez en otra vida
a ti,¿ que clasificacion se te hará?
¿eres de los que nacen y mueren, de los que no nacen...?
En días siento
que estas más vivo que yo
En días otros
que te tengo que salvar
con un beso en la frente,
o un abrazo inolvidable.

martes, 8 de mayo de 2012

I

Dicen que tengo
17 años
dicen
yo creo
que algo más he de tener
es decir: 17 años
o más bien todos los años
o más bien, ninguno
Dicen que tengo
los años simples
pero yo creo
que he nacido
con la suela ya medida
Dicen que tengo
poca edad
que antes (y ahora, dicen algunos)
Felicidad era el instante
antes.
es decir, no tengo nada
tengo solo alguna edad
solo edad.
por eso
algun día de estos, pasados, o futuros
en el alba
conseguí ser dueño del mío propio
y ahí la edad
mi cuerpo y mis 17 años
y mis brazos y mis libros
algo eterno debían tener.

Dicen que tengo
poca edad
la suficiente, digo yo
para la tristeza
la suficiente, digo yo
para romper
el simple cristal
de aquella edad.

8/05/12.


II


Me lo han quitado todo:
las manos tiernas
los pantalones suaves
las mujeres amables
los sexos cálidos
y un río eterno.

Me dijeron:
Ahora eres un hombre
y te lo hemos dado todo.

Poco queda al que vendrá. Hay que inventar
las manos eternas,
los pantalones tiernos
las mujeres suaves
los sexos amables
y el beso cálido
en el verso.

martes, 1 de mayo de 2012

Capítulo 2

(De una novela en producción).


                El distrito de Cataratas sufre desde hace unos doce años las pésimas gestiones de un alcalde que logra reelegirse todos los años gracias a sus acciones populistas. El distrito da al mar y tiene las playas más concurridas de la ciudad. Gente de todos lados va a bañarse en esas playas, y luego sube a la zona urbana para comer el mejor ceviche de toda la ciudad. En ningún otro lugar lo preparan como en Cataratas. Hay cerros, pantanos, playas; el distrito es demasiado grande. La gente está de acuerdo en que debería ser dividido: esto, además, serviría para sacar finalmente al alcalde de su puesto. Al lado de Cataratas está Abismo, distrito que se llama así porque para ir a sus playas hay que bajar por un barranco. En este distrito hay muchos bares y manifestaciones culturales, y es el distrito en el que más droga se vende en toda la ciudad. Yendo más hacia el norte están, al oeste, Ríos, y al este, El Ocaso. Ríos es el distrito más grande de la ciudad, pero no es desigual como Cataratas. Es principalmente residencial. El Ocaso tiene partes residenciales y una parte que es, para decirlo de alguna manera, un Abismo de clase alta. La plaza central está rodeada de restaurantes, discotecas, bares, tiendas. Es uno de los lugares más concurridos de toda la ciudad. Al otro lado de la ciudad está el distrito de San Marcos, notorio porque es donde queda la universidad más importante del país: la universidad San Miguel. San Marcos está rodeado por el distrito de Santa Isabel, residencial, y queda cerca al Centro de la ciudad. En la parte este de la ciudad, pasando Ríos, está La Montaña, un distrito que queda en un cerro y detrás de él.
                En El Ocaso, cerca la plaza, hay un bar que se llama La luz verde. Un sábado en la noche estaba Julio Aguirre mirando un vaso de cerveza. Como siempre, había perdido la cuenta de cuántos se iba tomando. Esta vez eran suficientes como para no levantarse de ahí, por miedo a lo peor. En la mesa estaban Rodolfo Cisneros y Marco Casanova conversando. Julio no los escuchaba, o los escuchaba y no le interesaba. Afuera, un montón de gente fumaba cigarros y lanzaba.
                -Y, qué tal, Marco. Qué milagro que no estés lanzando.
                -Pucha broder, así es pues. Estoy pensando mucho en la next.- (Esta última palabra la dijo con un claro tono de ironía que Rodolfo no comprendió).
                -¿La next?
                -La next, pues huevón.
                Y Rodolfo intentó apretarle el pezón a Marco. Julio decidió que con eso era suficiente y se levantó de su asiento. Orinó en el baño y salió a llamar de un teléfono público a Lidia. No le contestó. Volviendo de la esquina donde estaba el teléfono al bar, un tipo de unos treinta y cinco años, claramente borracho, lo encaró y le empezó a hablar.
                -Gringuito, gringuito.
                Julio no dijo nada. El tipo se le acercó y lo arrinconó contra una pared. Le toco la pinga. Julio quiso sacárselo de encima a empujones, pero el tipo era más grande y fuerte. Porque Julio intentó golpearle en la cara le respondió con una cachetada, fuerte, que lo tumbó. Lo intentó agarrar de las piernas y levantarlo, pero se detuvo ya que alguien lo cogió por detrás, le tapó la boca y le puso un cuchillo en el cuello.
                -¿Abusivo eres, no? Dame, nomás, huevón.  
                El tipo se sacó la billetera del bolsillo y se la dio. Julio sintió un líquido caliente caerle en las piernas: el tipo se había orinado. Cuando el choro terminó con él y el tipo salió corriendo recién se animó Julio a mirarlo. Era más o menos de su edad, quizás un poco menor, de su tamaño. Era moreno y de pelo negro. Resaltaban sus ojos verdes, que brillaban y atravesaban. Estaba bien vestido. Julio no hubiera pensado que era un ladrón. Lo miró, y se metió la mano al bolsillo buscando la billetera y el celular. El choro hizo un gesto.
                -Guárdatelo nomás.
                Julio lo siguió mirando, con curiosidad como de un perro que mira al dueño balanceando comida sobre él. Se incorporó, sin saber qué hacer. El otro no había guardado el cuchillo.
                -No deberías dejar que te hagan eso.- le dijo.
                -Era grandazo, el tío.
                -Sea como sea, tú te los tienes que mechar nomás. Lo peor que puedes hacer es arrugarles.
                -Si tuviera un cuchillo no les arrugaría.
                -El cuchillo es lo de menos.
                Estaba claro que el otro no le iba a robar. Julio había tenido la intención desde hace unos minutos, pero recién resolvió proponérsela cuando estuvo seguro de que no había ningún riesgo. Le preguntó si quería una cerveza. Le dijo que sí, pero si Julio la pagaba. Julio quiso decirle, pero no lo considero oportuno, que la ponga él con la plata del tío. “De algo tendrá que vivir este huevón”, pensó. 

Urbanas II: Memorias de un pasaje


Medio escolar a 50 céntimos


Este sudor veraniego me empapa lentamente cada vez que tus manos sudorosas me arrebatan de señores diferentes. Soy igual a muchos pero a la vez único, mis tonalidades y palabras juegan de colores y aunque mido igual que ellos en el fondo sé que llegaré muy lejos (A donde tú me lleves, amigo mío) El calor se escabulle lentamente por debajo de tu sudor, lo recorre como un río caudaloso y llega presura a mis poros hojarescos. Muchos de los míos parten a diario... somos una tribu sin líder ni destino, que se pierde en el vano intento de una revolución armada de bolsillos y alfeizares.

Somos una página que se arranca para nunca más volver y se pierde en esas olas tintorescas que llevamos marcadas desde nuestro nacimiento. Eso es lo que somos, esclavos del sistema. En manos de todos pero al mismo tiempo de nadie... volamos en palmas diversas, dedos maternarles que nos acogen tiernamente en su regazo y nos mecen ronroneando bajo la penumbra de un largo viaje; otras yemas duras marcadas por los trajines de la vida que nos despellejan la piel con tan solo rozarnos... grietas suyas y nuestras, de lado a lado corremos sin paradedo definido, desgraciados los hijos que no tienen a donde ir.

Si al menos prestarás un poco de atención a mi existencia, si dejarás de enrrollarme de una o cual manera y me quisieras tan solo un poquito... pero prefieres hacerme bolita, mirarme de reojo con indiferencia y lanzarme como un proyectil que nunca aprendió a volar. Prefieres convertirme en un garabato indefinido, en un pastiche de letras pérdidas que no saben de coordenadas, alineaciones o fórmulas matemáticas. Y aquí estamos, hundiéndonos unas a otra en la inútil lucha por salir en la superficie mientras el ocaso cae por el alfeizar de tu ventana y la noche se vuelve dura y ciega.

El aire me balancea de izquierda a derecha, de arriba abajo de cuatro a tres y siento poco a poco que mi respiración se agota en cada poro de mi alma. He caído en el inframundo de los parajes pasados perdidos, el destino de otros tantos que como yo nadan en rincones. Me he convertido en un pequeño triste rehén de estas paredes deformes y oxidadas que crujen cada vez que alguien las toca. Ustedes arriba están en la gloria y abajo nosotros, los desgraciados, solo queremos tocar el cielo. Todo es más oscuro y turbio bajo el calor de tus piernas.

Aquí no sale el sol, no hay invierno ni frío ni patria ni raza. El polvo nos baña con su suave aliento y sopla en nosotros el hálito de la muerte. Sí, somos las rarezas de un mundo que nos abandonó sin siquiera partir y hoy nos deja agonizantes en el mar indiferente de muchos que como tú, nos sueltan en paradas inconclusas (Semáforos con bebe baja). El fin está cada vez más cerca, la ilusión es tan solo un vaho difuso que cae sobre nosotros y vivimos rendidos a que un día tu palma tantee la nuestra y volvamos a ser uno en el mundo de los pasajes de micro perdidos. Esperemos que no sea muy tarde, señor pasajero, dama o caballero.

instantáneas urbanas

Estaba Ramiro Rivadeneira en su BMW serie 5 nuevo. Paró en el cruce de la Av. La Marina con Universitaria. Se acercó a su auto un chico a limpiarle el parabrisas. Él se negó. El chico insistió. Tocó el claxon pero el chico no se fue. Hizo rugir el motor, pero el frío le había entumecido los pies y le hizo quitar el pie del embrague sin aviso. Juan Martín Zúñiga murió triturado entre el BMW y un bus de transporte público. Ramiro afrontó una condena de 10 años por homicidio culposo, pero salió a los 5 por beneficios penitenciarios. Del BMW no se supo nada.


Rosa Evangelina es una desempleada. La crisis y las excusas no la dejaban trabajar. Vivía de mendigar y vender caramelos en la calle. Los ruegos a su dios antropomorfo no resultaban y las deudas hacían que su existencia se vuelva cada vez más miserable. Oyó por una amiga sobre una mujer adicta al crack que tenia muchos hijos pequeños. Fue a verla, y por 5 soles, le dio a una de sus hijas. Mendigó con la niña todo el día y consiguió el doble del dinero que conseguía mendigando sola. Volvió a alquilar a la niña los días siguientes, hasta que, por doscientos soles compró a la niña y le enseñó a mendigar. Su "negocio" prosperó y compró dos niños más. Cuando Rosa Evangelina cayó enferma de hepatitis, los niños la desatendieron y la niña, mientras su dueña dormía, la asfixió y huyó con el dinero. Los niños se quedaron solos y empezaron a limpiar los vidrios de los autos en las esquinas. Uno de ellos se llamaba Juan Martín.









Lima, 2009